Last Time I Committed Suicide, una película basada en la famosa “Joan Anderson Letter”

Película basada libremente en la famosa «Joan Anderson Letter», una carta de unas 40 mil palabras (¡una novela entera!), enviada por Neal Cassady a Jack Kerouac en 1950, que inspiraría el estilo de prosa que dio origen a la escritura de «En el camino» y lo que se conoció poco después como el estilo de la Generación Beat.


La última vez que me suicidé

Película basada libremente en la famosa «Joan Anderson Letter», una carta de unas 40 mil palabras (¡una novela entera!), enviada por Neal Cassady a Jack Kerouac en 1950, que inspiraría el estilo de prosa que dio origen a la escritura de «En el camino» y lo que se conoció poco después como el estilo de la Generación Beat.

Para ver la película completa haz clic aquí.


Dirigida por: Stephen Kay
Thomas Jane como Neal Cassady (en el doblaje lo llaman «Cassidy», quizá por error)
Claire Forlani como Joan (Joan Anderson)
Adrien Brody como Ben (personaje muy parecido a Allen Ginsberg)
Keanu Reeves como Harry
Gretchen Mol como Mary (LuAnn Henderson)

Doblaje al español.
1997


El capítulo final: Cuando Charles Bukowski conoció a Neal Cassady

Conocí al chico de Keruac, Neal C. poco antes de que se fuera y se tumbara junto a esas vías del tren mexicano para morir. Sus ojos se clavaban en mí como palillos de dientes y tenía su cabeza en el auricular y se movía y manoteaba y te miraba insinuante, tenía una camiseta blanca y parecía que cantaba como un alegre loco junto a la música, precediéndola por un suspiro como si fuera él mismo quien dirigiera el espectáculo.

Conocí al chico de Keruac, Neal C. poco antes de que se fuera y se tumbara junto a esas vías del tren mexicano para morir. Sus ojos se clavaban en mí como palillos de dientes y tenía su cabeza en el auricular y se movía y manoteaba y te miraba insinuante, tenía una camiseta blanca y parecía que cantaba como un alegre loco junto a la música, precediéndola por un suspiro como si fuera él mismo quien dirigiera el espectáculo.

Me senté con mi cerveza y lo observé. Ya había yo terminado con uno o dos six packs de botellas. Bryan estaba afuera dando instrucciones a dos muchachos para filmar ese evento que siempre terminaban prohibiendo, o lo que sea que haya sucedido con ese espectáculo del poeta de San Francisco, de todas maneras, ya olvidé su nombre. Nadie se había dado cuenta de Neal C. y a Neal C. no le importó, o pretendía que no le importaba. Cuando terminó la canción, los dos muchachos se fueron y Bryan me presentó al fabuloso Neal C.

“¿Una cerveza?” le pregunté.

Neal sacó una botella, hizo algunas suertes en el aire con ella, la cachó al vuelo y la destapó y la vació de dos largos tragos.

“Toma otra”.

“Venga”.

“Y yo pensé que era bueno con la cerveza”.

“Bueno, soy el muchacho duro, el exconvicto. He leído tus cosas”.

“Leí lo tuyo también. Aquello de escapar por la ventana del baño y esconderte desnudo en los arbustos. Estuvo bueno”.

“Oh, sí”, se ocupó de su cerveza, nunca se sentó, se la pasó moviéndose por todas partes. Andaba un poco acelerado y en acción, un relámpago eterno, pero no había ni pizca de odio en él. Te caía bien, aunque no quisieras, porque Kerouac lo había preparado para la admiración y Neal lo asumió, y seguía haciéndolo. Pero, ya sabes, Neal estaba bien con eso, y si lo vemos de otra manera, Jack solo escribió el libro, no era su madre, sólo su destructor. Deliberadamente o no.

Neal bailoteaba por la habitación, en el viaje eterno, su rostro parecía viejo, adolorido, todo eso, pero su cuerpo era el cuerpo de un muchacho de dieciocho.

“¿Te vas con nosotros, Bukowski?”, preguntó Bryan.

“Sí, ¿te nos unes, cabrón?” me preguntó Neal.

De nuevo, ni pizca de odio, solo seguía el juego.

“No, gracias. Cumpliré 48 en agosto, y ya no estoy para esos trotes”.

No habría podido controlarlo.

“¿Cuándo fue la última vez que viste a Kerouac?” le pregunté.

Creo que dijo que en el 62 o 63, hace ya un buen rato.

Estuve un rato ocupado en la cerveza con Neal, y tuve que salir y traer un poco más. El trabajo en la oficina estaba casi listo y Neal se quedaría en casa de Bryan, y B. me invitó a pasar a cenar. Yo dije, “muy bien, iré con ustedes”, y estando un poco achispado no me percaté de lo que estaba por suceder.

Cuando salimos, empezaba a caer una de esas lluvias muy finas que desmadran las calles, y yo aún no tenía ni idea de nada, pensé que Bryan iba a manejar, pero Neal se adelantó al volante. Yo me fui al asiento trasero, Bryan adelante con él, y empezamos el viaje por esas calles resbaladizas por la lluvia y parecía que habíamos dado vuelta a la esquina cuando Neal decidía girar a la derecha o a la izquierda rozando los coches estacionados por apenas un pelo. A un pelo es la única forma de describir esa línea divisoria, un poco más hacia un lado u otro y habría sido nuestro fin.

Cada que nos salvábamos de algún choque, yo sacaba una frase ridícula como “¡Chúpala!”, y Bryan se reía y Neal sólo seguía conduciendo, ni hosco, ni feliz ni sardónico, sólo estaba ahí haciendo los movimientos. Ahí lo comprendí, eso era necesario, era su pista de carreras. El espacio sagrado y necesario para él.

Lo mejor llegó justo saliendo de Sunset, yendo al norte por Carlton. La lluvia había arreciado, jodiendo la visión y las calles por igual. Al salir de Sunset, hizo su siguiente movimiento de ajedrez de alta velocidad, tenía que ser calculado al instante. Una vuelta a la izquierda en Carlton nos llevaría a casa de Bryan, estábamos a una cuadra de distancia, con un coche adelante y dos acercándose atrás, podría haber bajado la velocidad y continuar el camino, pero habría perdido tiempo, su movida. No se lo podía permitir. Rebasó al de adelante y yo pensé ya estuvo, voy a morir, aunque no importa, me da igual en realidad, eso pasa por tu cabeza o eso pasó por la mía. Los dos coches casi se rozaron, tan cerca que las luces del otro coche inundaron mi asiento. Creo que en el último segundo el otro conductor pisó el freno, eso nos salvó por un pelo. Neal debió haberlo calculado.

Pero aún no había terminado. Ya íbamos bastante rápido y el otro coche, que se aproximaba lentamente por Hollywood Blvd, estaba a nada de cerrarnos la vuelta a la izquierda en Carlton. Siempre recordaré el color de ese coche, estuvimos tan cerca, una especie de azul grisáceo, un viejo coupé, encogido y duro, como un ladrillo rodante. Neal cortó a la izquierda, pensé que nos estrellaríamos con ese coche, justo por en medio. No había remedio. Pero de alguna manera, el movimiento de ese coche hacia adelante y el nuestro hacia la izquierda coincidieron casi a la perfección. Otra vez, apenas por un pelo.

Neal estacionó el coche y entramos. Joan, la mujer de Bryan, sirvió la cena. Neal terminó con todo lo de su plato y con buena parte del mío, tomamos un poco de vino. Jhon tenía un niñero, muy inteligente y gay. Creo que después se fue con una banda de rock o se mató o algo así. Como sea, pellizqué sus nalgas cuando pasó junto a mí. Le encantó.

Creo que me quedé un buen rato, bebiendo y hablando con Neal. El niñero se la pasó hablando de Hemingway, comparándome con él hasta que le dije que se callara y se fue arriba a echar ojo a Jason [el niño]. Unos días después de eso fue que Bryan me llamó por teléfono:

“Neal está muerto. Neal murió”.
“No mames. No”.

Luego me contó un poco al respecto y colgó. Sin más.

Todos esos viajes, todas esas páginas de Kerouac, todo lo de la prisión, para morir solo bajo la congelada Luna mexicana, ¿Entiendes? ¿Puedes ver esos pequeños y miserables cactus?

México no es un mal lugar porque está jodido. México es simplemente un mal lugar. ¿Te has dado cuenta de cómo miran los animales del desierto? Las ranas cornudas y simples, esas serpientes como hendiduras de mente humana que se arrastran, se detienen, esperan, mudas bajo esa Luna mexicana. Reptiles, rumores de cosas, contemplando a aquel tipo tirado ahí en la arena, vistiendo una camiseta blanca.

Neal había encontrado justo su tiempo, su movida, sin lastimar a nadie. El tipo duro, exconvicto, yacía tendido a un lado de las vías del tren.

Esa única noche que estuve con él, le dije: “Kerouac ya escribió todos tus capítulos anteriores, yo escribiré el final”.

“Seguro, dale”, dijo. “Escríbelo”.


Extraído de Charles Bukowski, Notes of a Dirty Old Man, City Lights Books, San Francisco, 1969.
Traducción y adaptación de Odeen Rocha, para Barbas Poéticas, 2020.

Jazz, bebop y música

Menciono a estos músicos porque sus piezas musicales fueron específicas y totémicas que se nos grabaron en la mente a Kerouac, Cassady, Burroughs y a mí entre 1943 y 1947. Si le echan un ojo a las líneas interiores de los discos o investigan en libros, pueden partir de ahí.


Por Allen Ginsberg

También me gustaría recomendar un poco de música. Escuchen el Trío No. 1 de Brahms y el Sexteto de Brahms; la Sinfonía No. 1 de Mahler con el tema de «Martinillo»; un poco de música de los cuarenta; «Round About Midnight» de Thelonious Monk», esta cancioncita o cualquier otra de Thelonious Monk de principios de los cuarenta; algo del Dizzy Gillespie de los cuarenta, como «Salt Peanuts» o «Opp Bop Sh’Bam». Estas canciones de jazz tienen esos ritmos prosódicos graciosos del bebop. «The Chase» de Dexter Gordon, y Wardell Gray. El Lester Young de aquella época, «Lester Leaps In». «Don’t Explain», «Fine and Mellow», «I Cover the Waterfront» y «Yesterdays» de Billie Holiday. Si tienen oportunidad, también escuchen algunas de las obras para bajo de Slam Stewart y las canciones cantadas, las canciones bebop cantadas con letras en la voz de King Pleasure; y cualquiera de los primeros discos que puedan encontrar de Lennie Tristano. También escuchen una de las canciones inspiradoras favoritas de Cassady: «Cherokee» de Charlie Barnet, que lo ponía en un estado estático de la mente estadunidense; escuchen a The Honeydrippers y una versión de «Open the Door, Richard», que creo que es de Louis Jordan. Y cualquier cosa que encuentren del Charlie Parker de los cuarenta también está bien.

            Menciono a estos músicos porque sus piezas musicales fueron específicas y totémicas que se nos grabaron en la mente a Kerouac, Cassady, Burroughs y a mí entre 1943 y 1947. Si le echan un ojo a las líneas interiores de los discos o investigan en libros, pueden partir de ahí. King Pleasure era interesante porque era de las pocas personas que, a partir de la música de Charlie Parker, tomó algunas sílabas y, siguiendo cada nota, escribió enunciados reales, enunciados poéticos. Prometía desarrollarse en todo un género, pero no creo que lo haya logrado, [quizá] porque la propia música bop se volvió cada vez más complicada y era difícil de expresar y de cantarse como enunciados.

            De cierta manera, Seymour Wyse, un amigo de Jack Kerouac que le enseñó el jazz, dijo que creía que el bop se había matado a sí mismo o que el jazz se había matado a sí mismo a través de la música bop. Esa era su visión en ese entonces, porque el bop se había vuelto tan complicado que se salía de los estándares de una simple melodía de blues. En aquella época, parecía que King Pleasure cantaba al límite, de la misma manera en que Charlie Parker tocaba líneas melódicas con notas que volaban como aves. King Pleasure parecía capaz de seguirlo y escucharlo, y sacaba poemas, sílaba por sílaba, de todo aquello.


Playlist colaborativa


Extraído de: Ginsberg, Allen. The Best Minds of My Generation: A Literary History of the Beats, Grove Press (2017).

Cómpralo aquí.

Traducido por Eduardo Hidalgo para Barbas Poéticas, junio 2020.

Neal Cassady y Allen Ginsberg conversando en City Lights (1966)

Ginsberg lee “Kral Majales” en la librería City Lights, propiedad de Lawrence Ferlinghetti. Neal está a su lado y conversan acerca del Armaggedon, la China comunista, el Pentágono y el fin de los tiempos.

Ginsberg lee “Kral Majales” en la librería City Lights, propiedad de Lawrence Ferlinghetti. Neal está a su lado y conversan acerca del Armaggedon, la China comunista, el Pentágono y el fin de los tiempos.


En las cenizas de Neal Cassady

El 17 de enero de 1971, un estudiante universitario de Pennsylvania escribió una carta buscando la ayuda del poeta beat Allen Ginsberg.


Querido Sr. Ginsberg

Estudio el primer año en la Universidad de Bucknell en Lewisberg. Este invierno he estado reuniendo material para una exhibición que se llevará a cabo en la biblioteca de la Universidad al final de esta primavera y durante los meses de verano. He elegido ‘Allen Ginsberg – Perfil de un poeta’ como mi tema de exhibición.

He dedicado mucho tiempo y esfuerzo a este proyecto: investigación y recopilación de material que forman parte de su notable carrera.

Me parece que la exposición será algo muy bueno, pero no cuenta con nada de índole personal en relación con el tema.

En resumen, le escribo con toda la esperanza de que pueda enviarme un autógrafo (letra o firma) para hacer más interesante la exhibición. Tu contribución, créame, será muy apreciado.

Cordialmente

Larry Diefenbach

Ginsberg respondió inmediatamente después de haber recibido la carta, el 21 de enero, con esta holográfica respuesta.

Larry,

Aquí hay un poema, además de algunos objetos que posiblemente no te sean familiares.

Buena suerte, Allen G.
21 de enero de 1971.

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Versión en español

En las cenizas de Neal Casady

Ojos delicados que parpadearon tristes en las rocosas,

ahora cenizas

Pezones y costillas que toqué con mi pulgar,

son cenizas

Boca que tocó mi lengua una o dos veces,

ahora todo cenizas

huesudas y suaves mejillas en mi vientre, carbonizadas,

todo cenizas

lóbulos y párpados, juvenil punta de verga, pubis rizado

efusivo pecho, palma de hombre, muslo adolescente,

bíceps de beisbolista, culo recocido en piel de seda

todo cenizas, todo vuelve a las cenizas

Agosto, 1968

On Neal Cassady’s Ashes

“Delicate eyes that blinked blue Rockies all ash

nipples, Ribs I touched w/ my thumb are ash

mouth my tongue touched once or twice all ash

bony cheeks soft on my belly are cinder, ash

earlobes & eyelids, youthful cock tip, curly pubis

breast warmth, man palm, high school thigh,

baseball bicept arm, asshole anneal’d to silken skin all ashes,

all ashes again.”

August, 1968

Sus «cenizas fueron objeto de disputas, primero entre Carolyn y ‘una chica hippie de aspecto salvaje’ y luego con Diana Hansen, con quien Neal tuvo una relación en 1950, mientras aún estaba casado con Carolyn. Llamó repetidamente, solicitando una parte. Carolyn se resistió al principio, pero luego «le envió a Diana algunas cenizas, con amor».

Tiempo después, Ginsberg escribió:

En 1968 fui a San Francisco a visitar a Carolyn Cassady en Los Gatos. Hay un poema mío llamado “En las cenizas de Neal Cassady”, que es un registro de esa visita, de cuando abrí el recipiente de madera que llegó desde la Ciudad de México, que contenía una bolsa de seda llena de sus cenizas. Abrí la caja y la toqué con mi dedo, luego miré adentro y había toda esta ceniza blanca y negra con un poco de material áspero, pedazos de hueso quemados y ennegrecidos. Así que dije: “Así que eso es lo que sucedió con Neal Cassady”. Parecía mágico que haya desaparecido y se haya transformado en este pequeño puñado de cenizas.

Pero fue definitivo, tal como su muerte. Me di cuenta de que todo se resumía en eso. No había visto a Neal durante varios años y su desaparición no fue nada del otro mundo hasta que vi los restos de su cuerpo» (A Valentine for William Blake, Introducción a un manuscrito no publicado de las conferencias de Blake de Ginsberg).


Poema traducido y adaptado por Odeen Rocha, para Barbas Poéticas, febrero 2019

Información extraída y traducida desde: Allen Ginsberg On Neal Cassady’s Ashes desde BOOKTRYST, por Stephen J. Gertz .

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Elegía para Neal Cassady, por Allen Ginsberg

(10 de febrero de 1968, 5:30 am)

Está bien, Neal
Espíritu etéreo
Brillante como el aire que se mueve
Azul como el amanecer en la ciudad
feliz como luz liberada por el Día
sobre los nuevos edificios de la metrópoli—

Ladrillos gigantes Mayas se levantan reconstruidos
en el Lower East Side
Ventanas que brillan en la niebla lechosa
ahora de innecesaria apariencia.

Peter duerme solo, en el otro cuarto, triste
¿Estás reencarnando? ¿Me oyes hablar?
Si alguien tenía fuerzas para oír lo invisible
Y conducir a través del muro Maya
Ese eras tú—
¿Qué eres ahora, espíritu?
Eso eras: espíritu en el cuerpo—

Las vías del tren
Creman el cuerpo
Desierto de San Miguel de Allende
En las afueras,
Espíritu se convierte en espíritu,
o un robot reducido a Cenizas.

Tierno espíritu, gracias por tocarme con
Manos tiernas
Cuando eras joven, en un cuerpo hermoso,
Era un toque tan puro, esperanza más allá de la carne-maya,
Lo que eres ahora,
Impersonal, tierno—
Me mostraste tus músculos/tu calor/hace veinte años
Cuando me recosté temblando en tu pecho
Pusiste tu brazo alrededor de mi cuello,
—estábamos juntos en una habitación de la calle 103-d
Escuchando una radio de madera
Con nuestros ojos cerrados
Enrojecimiento eterno del Shabda
lámparas en nuestros cerebros
en Illinois Saxofón de Jacquet estremeciéndose,
Bocinazo profético de Louis Jordan,
Mujeriegos, Richard abre la puerta
Para el Apocalipsis de Cristo—
Los edificios son insustanciales —
Esa es mi visión de Nueva York
fuera de las oficinas de departamentos en el este
donde el teléfono sonó anoche
y una voz amigable de Denver
me preguntó sí había escuchado la noticia desde el Oeste.

Reuniones fracasadas, Eugene Oregon o el amenazante Hollywood
Tuve la premonición.
“No”, le dije — “he estado fuera toda la semana”
“No has oído las noticias de Oeste,
Neal Cassady está muerto —”
La voz de Peter dijo ¡Oh! desde la otra línea, escuchando todo.

Tu imagen se queda mirando alegre, llorosa, tensa,
una vela se quema,
incienso palo verde por los dioses del hogar.
Tiranía Militar sorprende Universidades, tu Profecía
nos acerca su sensación más amable llevándonos
abajo
al despertar del Gran Año.

Kesey, solo en la granja de Oregon,
escribiendo un nuevo lenguaje
¿Nada más que hacer, Hadja? ¿Tu trabajo ya estaba terminado?
¿Has visto a tu primer hijo?
¿Por qué nos dejas aquí?
¿La batalla ha sido ya ganada?

Soy un fantasma esqueleto con dientes, calavera descansando en una almohada
Llamando a tu espíritu
Dios eco de la conciencia, murmurando
tristemente a mí mismo.

No es necesario el lamento a la luz del amanecer,
el mundo se ha liberado,
deseo cumplido, tu historia termina,
historia contada, Karma resuelto,
oraciones completadas
visión manifiesta, nueva conciencia completada,
espíritu volviendo en un círculo,
el mundo lo dejó de pie vacío, autobuses rugiendo por las calles —
basura esparcida en las aceras en abundancia —
Grandeza solidificada, el destino-fantasma familiarizado
vuelto a Auto-amanecer,
su destino caído en la vía del ferrocarril
Mi cuerpo respira fácil,
Me acuesto solo
Con vida
Después que la amistad se desvanece de las formas de la carne —
pesada felicidad cuelga en el corazón,
Yo podría hablar contigo para siempre,
El placer inagotable,
discurso de espíritu a espíritu,
¡Oh, Espíritu!

Señor Espíritu, perdone mis pecados,
Señor Espíritu deme su bendición otra vez,
Señor Espíritu, perdone las demandas de mi cuerpo fantasma,
Señor Espíritu, gracias por su amabilidad en el pasado,
Señor Espíritu en el cielo, ¿qué tan diferente fue tu forma mortal?

¿Qué sigue en este gran espectáculo de espacio?

¿Presurosa generación de preguntas?
¿Agónicos viajes nocturnos en Texas?
¿Autobús psicodélico Hégira-jazz,
poemas de automóviles verdes, inspiradoras carreteras?
Triste, Jack en Lowell vio el fantasma más
solitario que ninguno, excepto su noble Ser.
Señor Espíritu, vago solitario:

Oh, profundo suspiro.


∇ Versión al español de Odeen Rocha – Barbas Poéticas. México, noviembre 2014. Extraído de Allen GINSBERG, Collected Poems 1947-1980.

Publicado en Buenosaires Poetry, 18 de noviembre, 2014.