Una literatura de mierda llamada Nachón

Escritor que se forja en la cultura popular chilanga, sabedor que también hay una cultura que lo destierra al exilio de notas antes de la caída de la noche. Lector de escritores como Schopenhauer, Freud y Nietzsche. Con el aliento de lecturas marxistas juveniles conforman el Nachón del vagabundeo literario. Es crear la nostalgia de su propio ser inmiscuido en una huerfanidad literaria.

Por Edu Prado

¨Puedo ordenar mi propia captura, ser mi criminal y escribir un poema nunca leído¨.

Fernando Nachón.


Hablar de escritores outsiders o en el mejor de los casos ¨malditos¨, es apostar por una premisa trillada y gastada en estos tiempos de saturación de información mal comunicada. Es así, que la música del ¨perreo¨ y sus demás gurús de resaca con Tonayan, serían personajes de aliento cannábico en el mundo nachoniano.

Fernando Nachón es un escritor mexicano atípico a sus contemporáneos, un escritor que camina periféricamente, pero con un sentido del humor propio y casi original en las letras mexicanas. Sus novelas, cuentos y poemas son un conglomerado de mota, alcohol, sexo, fluidos, mierda y dolor. La literatura de Nachón es una moneda siberiana que habla del dolor y mierda de la realidad que nos convulsiona a cada momento; su literatura es un viaje nihilista, psicodélico y misantrópico.

Su vivencia literaria transcurrió en esa ¨década pérdida¨ para la juventud mexicana (los años 80), al publicar dos de sus libros más importantes De a perrito (1986) y Diario de un pendejo (1988). Además de colaborar en dos revistas La Regla Rota y Pus Moderna, dirigidas por Rogelio Villarreal. Además, hizo una columna semanal en Sábado titulado El libro del eterno retorno, en dicha columna parodio a Juan Villoro y Guillermo Fadanelli; posteriormente Fadanelli escribiría un prólogo para su libro Cachetadas en las nalgas. Sin más, dejó de participar en Sábado a raíz de una discusión con Huberto Batis. Sin embargo, sus novelas de iniciación conforman una díada que apuesta al estilo bukowskiano con personajes burgueses en decadencia. Si bien Nachón escribe a través de un alter ego aburguesado, pero con la locura necesaria y el estridentismo y humor de los personajes de Bukowski. Nachón se convierte en un adaptador de esa literatura del realismo sucio. Pero con un estilo propio y si me permiten, con voces que remiten la chilinguearía. Es decir, su literatura recupera la forma de hablar de la gente que habita esta Ciudad de México, mezclado con su alter-ego aburguesado-alcohólico-cannábico para contarnos las historias de un escritor (desencantado de lo literario, pero viviendo una vida literaria narcisista), todo ello implica para el autor vivir con el fantasma de la fama.

Nachón explica que su verdadera forma de escribir era por esas lecturas tardías que hizo de Bukowski, donde encontró el verdadero elixir de su escritura, ya que lo único que le gustaba escribir eran esas voces del subsuelo cotidiano. Pero también, en entrevista con Erick Baena, explica que ese acercamiento a la escritura se debe:

¨Empecé a escribir gracias a la telenovela Gutierritos. La veía de niño, todos los días, religiosamente, en una televisión de bulbos. Me identificaba con Banquels: quería ser el escritor al que primero le va de la chingada y luego le va a toda madre […] De niño leí dos cosas: los cuentos de Andersen y el Memín Pinguín¨1.

Escritor que se forja en la cultura popular chilanga, sabedor que también hay una cultura que lo destierra al exilio de notas antes de la caída de la noche. Lector de escritores como Schopenhauer, Freud y Nietzsche. Con el aliento de lecturas marxistas juveniles conforman el Nachón del vagabundeo literario. Es crear la nostalgia de su propio ser inmiscuido en una huerfanidad literaria.

Su estela de escritor inadaptado no es una casualidad, es una forma de coquetear con el descaro de su propia personalidad forjada por él. En la misma entrevista, se cuenta una anécdota que Rogelio Villareal escribe sobre Fernando Nachón, mostrándonos su personalidad visceral y poco convencional:

¨En una ocasión llevé a Fernando Nachón para que le regalara De a perrito [a Huberto Batis], su flamante novela de sexo, celos y alcohol. Batis, consumado erotómano, recibió el obsequio con agrado y le pidió a Nachón que se lo firmara. El escritor jalapeño abrió el libro, alistó la pluma y se volvió para preguntarme: ¿Cómo se llama? ¡Carajo, Nachón!, le dije, ¡es Huberto Batis! Ah, sí, me respondió, pero en el rostro paternal de Huberto ya había una expresión de fastidio y, clavándome sus ojos, se quejó: «Para qué me lo traes si no sabe quién soy…». Salvé la situación diciéndole que Nachón acababa de fumarse un churro, Nachón asintió y Batis esbozó una mueca complaciente. El asustado escritor admiró un display de la actriz Bibi Gaytán y pasamos a otra cosa¨2.

Nachón jugó con la propia ironía al propinarle a los ¨señores¨ del noise sus cachetadas en las nalgas. Jugó con ser un anarquista de las letras y un kamikaze de su propia decencia intelectual y aportando la infamia necesaria para controlar el ego de los demás aculturados en la sociedad de las letras.


ANTISIQUIATRIA DE UN PENDEJO

En la republica nachoniana punkarra, dos libros son los que me han gustado y me han hecho escribir esta semblanza. El primero fue con el cual llegue a su literatura rasposa y descarada, De a perrito y el segundo es un libro que implica el exorcismo del amor, el sexo, las drogas, ser escritor y drogadicto en Diario de un pendejo. Libros que asemejan por su forma simple y directa a la hora de escribir, es como escuchar los riffs cortantes de las guitarras K.K. Downing y Glen Tipton de Judas Priest. Libros sin palabras rebuscadas y jactanciosas. Es un compendio de golpes que azotan tu cara al momento de leer cada párrafo. Textos que muestran el desencanto y locura por vivir a la manera de Hunter S. Thompson en su libro Miedo y asco en Las Vegas. Es embarcarte en una autopista sin frenos.

La novela De a perrito es una tragicomedia-nihilista-alcohólica-sexual-psicodélica de un escritor que pretende vivir a través de sus libros para encontrar el camino de la felicidad: la fama. Buscar el anti-heroísmo, el cual se inmiscuye para lograr la escritura perfecta. Rescata la visión del héroe lector, ¨como este libro no tiene más sonido que el que tú, lector… puedes leer pensando con tu voz, lo puedes hacer con la voz de un amigo, desde la voz de la paranoia, o bien pacheco¨.

Cada sensación es un monologo dionisíaco y alcohólico, mimetizando ese lugar de los obreros comunes; es una búsqueda por emprender el camino de los años 80. El libro está plagado de fotografías textuales a ese pasado que nos llena de nostalgia. Lugares y canciones denotan la vivencia de su tiempo. Es el momento del escritor, el cual narra a su manera personal una ciudad, lugares y visiones del mundo político de una década convulsionada por el capitalismo y el creciente camino de la actual globalización. Es decir, ¨al final yo soy el que me pongo de a perrito y la muerte me da por el culo¨.

El libro es un rock and roll suicida en todas sus vertientes: una ginebra, cerveza, poppers mezclados con la realidad de un romántico que vive en esa resaca llamada realidad. En resumen, el libro sintetiza todo el sentir y la rabia expuestas. Es una literatura purgatoria, confesional y drogadicta para enfrentar el cliché del bendito intelectual. Al final; ¨la realidad podría ser un disco de Jim Morrison girando sin cesar, empzando y terminando y la aguja volviéndose a poner y un hombre muerto al lado por volarse la cabeza con el revolver del suegro¨.

Diario de un pendejo es un libro compuesto por una novela corta y una serie de poemas. Donde el escritor nos remite al tema del sexo, las drogas, el amor, las relaciones personales, el psicoanálisis y el oficio de escribir. Es una confusión de sentimientos de un escritor que esta penando por el amor de un pasado que le remite a distintas mujeres, las cuales las prueba con el sentido de buscar una pertenencia de ese amor perdido. Pero también es una forma de sicoanalizar las pasiones del escritor, que busca entre temas y estilos su propia pertenencia en el mundo literario. Posiblemente se enamore de un estilo con el mundo, pero también lo que busca es erotizar la escritura de sus pasiones: ¨Un día, una puta me lo dijo: Quizás no estés enamorado de Teresa, es más probable que estés enculado¨. La analogía parece más que una perfección de ese demiurgo que es la escritura y sus demiurgos. Es esa senda del perdedor que una vez Bukowski intento explicar en alguna ocasión, ¨encuentra lo que amas y deja que te mate.¨.

La narrativa de Nachón es un embarcadero a la mierda; por otro lado, la poesía en este libro es la libertad dionisíaca. Una poesía que escarba entre la peste, el sexo, el amor, la resaca, el olvido, el erotismo, la sexualidad, el fracaso y el sonambulismo. La vereda esta escrita, la sensación de perder y de llorar es el pasaje de un viaje al descontrol y a la soberbia de la vida. No hay paradas en la poesía de Nachón, solo es en constante camino que suena en un tocadiscos y no repite canciones, solo las transcribe a través de una aguja de sintetizadores de sensaciones limítrofes con la orfandad y la locura.

 Nachón se convierte en un poeta de tercera para una poesía de tercer mundo. Una poesía marginal y sin lectores específicos. Solo es adecuada para aquel que guste experimentar, no estructuras gramaticales como hacen los poetas de ¨primera¨; sino para aquellos que gustan el placer del libre consumo, un consumo sin sofisticaciones perpetuas y duraderas, solo para aquellos que estamos inmersos en la decadencia de nuestro tercer mundo.


Desprendimientos

No me puedo desprender del sexo para escribir,
sería castrarme.
No me puedo desprender de ser hombre,
sería como cortármela.
No me puedo desprender de mi odio,
sería como arrancármela.
No me puedo desprender del amor,
sería regalarla a los chacales.
No me puedo desprender de los celos,
la humildad me volvería potente.
pero sólo por unos segundos,
siempre hay un asesino atrás de la puerta.
No me puedo desprender de la persecución,
sería como nacer muerto.

Tragos

No es que sea hijo de los tragos,
en realidad soy hijo de la garganta,
hijo de una luz que no ha nacido.
Extraño alumbramiento.

Es que Dios no pasó por mi garganta,
como un pueblo ando,
de ésos por los que no pasó Dios.
Pobre Dios, de cuantas cosas lo he culpado.

Si yo conociera la garganta de Dios
yo podría ser su trago.
Lo embriagaría y lo convencería de la existencia del Diablo.
Se pelearía consigo mismo,
perderíamos la noche
y ya no tendríamos lugar donde llorar
ni oscuridad donde dejar pasar los tragos
que nos hagan creer que hemos nacido.

Cristales I

La primavera se extiende,
los poemas ya no son hojas de otoño,
ahora florecen en señal de amor.
Es cierto, las flores son terribles cuando se odia,
pero cuando se ama todo parece un cristal,
hasta que llega una mujer que nos deja plantados con olores y
deseos de amar. Se rompe el cristal y se comienza a aprender
a odiar.
Mujeres que han estrellado mis cristales internos,
dejadme ser como vosotras, alegres, flores a prueba
de rayos,
endemoniadas bellezas que temen marchitarse,
a mi hijo también lo romperán en pedazos,
no hay descanso para su envidia del pene,
las he visto gozar más al ser infieles y tontas
que al recibir las atenciones de un guerrero.
(De ahora en adelante no les ofreceré más cristales, puesto
que los convertiré en espadas).



Notas

  1. La literatura según Fernando Nachón, entrevista de Erick Baena (2014). Disponible en https://erickbaenablog.wordpress.com/2014/03/18/la-literatura-segun-fernando-nachon/
  2. Ibidem

LOS POETAS «PUNKS»: Algunos apuntes sobre los manifiestos Infrarrealistas

Posiblemente los infras estén más emparentados con el Movimiento Dadá, el Futurismo y la Generación Beat; además de ser los herederos de la primer Vanguardia Moderna mexicana, el Estridentismo. Sin más, el Infrarrealismo es un movimiento que habla de lo cotidiano a través de lo extraordinario, en donde el suceso es un constante acaecimiento de su propio devenir presentista.

«El asesino sonámbulo cruzó los portales de la pesadilla vacía.»

Mario Santiago Papasquiaro

Hablemos del «Infrarrealismo» y de los tres manifiestos escritos por Roberto Bolaño, Mario Santiago Papasquiaro y José Vicente Anaya. Escribir sobre el Infrarrealismo en un espacio como este implicaría de una reflexión más amplia. Sólo presentaré al igual que un Cicerone unas cuantas reflexiones al respecto.

Mucho se ha escrito sobre el Infrarrealismo recientemente, tanto en Universidades anglosajonas como latinoamericanas, además de diferentes artículos en la red. Este interés es debido a la publicación en 1998 de la novela «Los Detectives Salvajes» de Roberto Bolaño, dónde enuncia por primera vez un movimiento ocultado por el mainstream cultural mexicano. Sin embargo, como toda vanguardia cultural tiene un rito de iniciación, un bautizo con su historia. El Infrarrealismo es un movimiento que emerge de la historia social y política que atravesaba América Latina en los años 70. Donde los golpes militares y las «dictaduras perfectas» fueron la constante de la historia latinoamericana del siglo XX. Es pertinente resaltar, el Infrarrealismo es un evento coyuntural posterior a las Revoluciones del 68; y, por otro lado, es el resultado del movimiento estudiantil mexicano. Por otra parte, las constantes crisis económicas que atravesaba México fueron un punto a resaltar para que este movimiento literario surgiera. Además, el Infrarrealismo muestra una cara «moderna» en Latinoamérica de lo multicultural y el efecto de la globalización acaecida en los países latinoamericanos. Es así como este movimiento se conformó con poetas chilenos, mexicanos, argentinos, peruanos y de otros países latinoamericanos. Aventurándose en crear un aliento contracultural (aunque años antes un grupo de escritores mexicanos mal llamados de la Onda, pusieron los cimientos de una literatura escrita por «jóvenes», desalentados de su propia realidad cotidiana). Estos “nuevos poetas” son a la manera de los punks, unos rebeldes de la palabra, profanando lo sagrado, donde lo profano-sagrado deja de delimitarse y se diluye en un ambiente dionisíaco para convertir a la poesía en un nuevo conducto de una experimentación poética.

Posiblemente los infras estén más emparentados con el Movimiento Dadá, el Futurismo y la Generación Beat; además de ser los herederos de la primer Vanguardia Moderna mexicana, el Estridentismo. Sin más, el Infrarrealismo es un movimiento que habla de lo cotidiano a través de lo extraordinario, en donde el suceso es un constante acaecimiento de su propio devenir presentista.


Roberto Bolaño y José Vicente Anaya

José Vicente Anaya, poeta fundador del movimiento, comenta al respecto: «Yo propuse que cada uno de los infras escribiéramos un manifiesto, Bolaño se opuso diciendo (autoritariamente) que ¨no¨, porque él era el único que sabía qué es el infra(rrealismo). La reunión terminó así. La siguiente vez que nos reunimos solo Papasquiaro y yo llegamos con un manifiesto escrito (cada uno, se entiende) … es decir, que Papas y yo desobedecimos el dictado de Bolaño…».

La mitología dejó en los anales tres manifiestos y en ellos encontramos las ideas generales del Infrarrealismo. Si bien cada uno tiene sus particularidades propias, los tres buscan ante todo la movilidad del arte mismo. Es decir; «devolverle al arte la noción de una vida apasionada & convulsiva».


Roberto Bolaño y Mario Santiago

El manifiesto de Papasquiaro que lleva por nombre, «Manifiesto Infrarrealista«, es un escrito en forma de poema. Una experimentación con las palabras, encontrando en su forma escrita elementos dadaístas. Revisando las ideas propias del manifiesto escrito por Papasquiaro, podemos comprender la necesidad de una búsqueda de un no-oficio con el arte; es decir, el arte es del mundo y para el mundo. Hacer del arte un lugar «común» en donde la diversidad exista en tanto juego creativo. Como finalidad próxima, la idea de un arte debe estar enfocado en «sacar a la gente de su dependencia & pasividad». Sin olvidar que el arte mismo es una vida cotidiana en transformación presente. Con lo cual, la desmitificación del arte es una necesidad creadora y no una postura con su propia parroquia. En donde lo humano deja de ser ajeno y lo utópico es un «super bien». La cultura como medio de prolongación espiritual no es el encasillamiento con su status quo; sino más bien: «la cultura no está en los libros ni en las pinturas ni en las estatuas está en los nervios».

El manifiesto de José Vicente Anaya es una propuesta similar a la de Papasquiaro, un reto de Humanizar el arte con el presente. Es arrancar la huella del pasado en el presente, es un presente que se vive en el «ahora». Es convulsionar el pasado con el presente, porque toda huella pasada está en un momento presentista. Es dejar fuera el «maquillaje» y dejar que la «belleza» viva en lo cotidiano de la vida misma; por tanto: «la belleza es, existe en el presente». Anaya comulga con Papasquiaro y Bolaño manifestando:

«ser infrarrealista implica asumir en el arte las contradicciones de la vida, pero asumirlas de un modo en el que puedan superarse las inflexiones que constituyen <<el oficio de escritor>>».

Pero el punto central del manifiesto de Anaya es buscar la humanidad del propio arte. Es decir, sacar al arte mismo de la «sensatez» y la «cordura», ya que la imaginación es destruida por la inmovilidad misma. A su vez el ser humano es reducido a un plano objetual y de la nada. Porque «toda redención absoluta e hipostasiada es falsa». Para Anaya, el ser Infrarrealista requiere vivir en lo extraordinario de la vida misma. Además, es un vehículo que penetra la inmediatez de lo racional para hacer de la racionalidad una irracionalidad necesaria; es «vivir desde ahora en las galaxias de los hoyos negros». Sin embargo, el ser Infra implica convertirse en un fantasma mirando por la ventana, y hacer de la contemplación un simple saboreo de la vida. Donde el Dios Caos recobra la cordura de la no-cordura para establecer la aventura con el viaje en un nuevo descubrimiento al final de la noche; o como apunta Céline: «Lo mejor que puedes hacer cuando estás en este mundo, es salir de él. Loco o no, con miedo o sin él».

Roberto Bolaño al representar de una forma literaria el Infrarrealismo con su novela «Los Detectives Salvajes» (y posterior a su muerte), logra que dicho movimiento resurja del olvido cultural y se debata la existencia literaria de un no-grupo. Ahora bien, su manifiesto implica una serie de puntos que es necesario precisar.

En primer lugar, es un manifiesto que trata de recuperar una tradición muerta; es decir, intenta encontrar las huellas de vanguardias pasadas que viven como una tradición. Esta recuperación de la tradición evoca al Dadaísmo, el Estridentismo, el Nadaísmo y a la Generación Beat. Sin embargo, como apunta Hiram Barrios, el manifiesto de Bolaño se asemeja más: «A la ruta de la Onda de Parménides García Saldaña […] En ambos se exalta la peregrinación al estilo beat y se reivindica el lenguaje agresivo de las calles, el lenguaje «ñerito» de los onderos». Si revisamos un poco el manifiesto escrito por Bolaño, encontramos la idea de los locos por «vivir» la vida como obra literaria; idea que es concebida por Jack Kerouac en su novela, En el Camino. Al sentenciar Bolaño: «o.k. / déjenlo todo, nuevamente / láncense a los caminos». Y volvemos al tema principal de los tres manifiestos: hacer del arte una contemplación de la vida. Pero esta contemplación implica un inmiscuirse con ella en todo momento. Es buscar la «odisea» en una serenación de la mente. Es buscar la frontera que diluya al «hombre sin atributos»; esa frontera que implica un constante desapego con la moral impuesta de un arte para el bien vivir. Es ser un ermitaño y un nuevo monje que busca en su palabra la creación de las cosas sin significado, es construir el significado de un Ítaca de los ciegos. Es decir: «las sensaciones no surgen de la nada (obviedad de obviedades), sino de la realidad condicionada, de mil maneras, a un constante fluir».

En resumen, los tres manifiestos tienen como punto de partida la creación de una vida-obra/arte-vida, en donde la realidad es una constante sinfonía que paulatinamente se convierte en cacofonías de expresiones presentes. Es salir de lo apolíneo y embarcarse en lo dionisíaco, y dejar que el Dios Pan tome su lugar en su naturaleza con el mundo. 

Como toda vanguardia, el Infrarrealismo sufrió de la amnesia de la Historia y del polvo de su tiempo. Pero lo que cabe rescatar como propuesta de aliento creativo, es la búsqueda de un nuevo arte no impuesto por los cánones de la «Academia». Un arte que hable a través de sus propios «nervios». Más que una creación de vísceras, de carne y vida; el Infrarrealismo es la frontera con las parábolas del silencio, las cuales están en el camino por recorrer en su propia figuración con el presente. Posiblemente: «el infrarrealismo es una mandarina cuya cáscara es pelada con los dientes mientras se sigue saboreando».


Un ensayo de Edu Prado para Barbas Poéticas, 2020