El apadrinado del diablo

Una leyenda dice que si un músico de blues quiere tener éxito, debe ir a un cruce de caminos a la medianoche, tocar ahí algo de su autoría y esperar a que aparezca el Diablo en la forma de un hombre negro. Este hombre le pide cortésmente la guitarra al músico, la afina y se la regresa. Y así, mágicamente, el músico obtiene las habilidades para interpretar el blues de manera soberbia, tal como lo hizo Robert Johnson

Todo en este mundo tiene un comienzo. Nada se salva ni nada puede surgir de la nada: nuestro universo, cuyo origen los científicos explican mediante la teoría del Big-Bang; nuestro idioma, que proviene del latín; o incluso los más insignificantes microorganismos.

Los géneros musicales no son una excepción a esta regla. La música, al igual que todas las artes, surge como una necesidad de expresar ideas, emociones y acontecimientos humanos a través del tiempo. Por medio de la música se pueden transmitir las inconformidades e inquietudes de una generación, como sucedió en los años 60 del siglo XX, cuando el rock revolucionó la forma de pensar y de actuar de los jóvenes, y bandas y cantantes como The Beatles, The Rolling Stones, The Doors, The Who, Janis Joplin y Jimi Hendrix, entre otros, contribuyeron al cambio social de aquellos días de amor libre, hippies y sustancias alucinógenas.

Los músicos de rock se convirtieron en una especie de chamanes psicodélicos que condujeron las mentes juveniles por los caminos de la expansión de la conciencia; pero, ¿quién fue uno de los gurús de estos personajes?, ¿a quién se le debe atribuir el mérito o el descrédito? A pesar de lo que afirma Bob Dylan, la respuesta no está en el viento. La respuesta tiene nombre y apellido: Robert Johnson.

Pacto con el Demonio

La región del delta del Mississippi vio nacer, crecer y morir al cantante de blues que sentó las bases de un estilo que después se convirtió en rock. El 8 de mayo de 1911 vio la luz Robert Johnson, pero era una luz más bien sombría, oscura, con olor a diablo y a tragedia; al ser descendiente de esclavos negros, el futuro no era prometedor para el pequeño Robert y su destino era claro: trabajar como jornalero en los campos de algodón. Pero el abuelo del rock nunca se conformó con su suerte –que de alguna manera ya estaba echada– y se negó a desempeñar el papel que la sociedad de sus tiempos le imponía.

Desde su niñez, Johnson mostró interés por la música. Cuando cumplió 16 años, dejó la escuela y, por las noches, se escapaba de su casa para tocar la armónica –bastante bien, por cierto– con los blueseros del momento: Eddie James «Son» House y Willie Brown. Robert observaba con atención la manera de tocar la guitarra de «Son» House y, en los intermedios de sus presentaciones, tomaba el instrumento y comenzaba a tocar ante la audiencia. Sin embargo, el mismo House tenía que hacerlo callar porque los sonidos que producía no eran gratos para el público.

Si bien la vida de Johnson carece de documentación amplia, durante un lapso de seis meses nadie supo nada de él. Al término de este misterioso periodo, nuevamente se acercó a «Son» House y a Willie Brown, pero ya no para tocar la armónica, sino la guitarra. Ante la negativa de los blueseros, Johnson insistió tanto que, finalmente, le dieron una oportunidad para mostrarles lo que sabía hacer. Al escucharlo, la sorpresa de ambos fue mayúscula y comprobaron su talento; de inmediato le preguntaron dónde y cómo había aprendido a tocar así, a lo que Johnson respondió que había vendido su alma al Diablo en un cruce de caminos.

I went to the crossroad…

Una leyenda dice que si un músico de blues quiere tener éxito, debe ir a un cruce de caminos a la medianoche, tocar ahí algo de su autoría y esperar a que aparezca el Diablo en la forma de un hombre negro. Este hombre le pide cortésmente la guitarra al músico, la afina y se la regresa. Y así, mágicamente, el músico obtiene las habilidades para interpretar el blues de manera soberbia, tal como lo hizo Robert Johnson después de esos meses que pasó en las tinieblas. Pero todo tiene un precio: a cambio del favor, el Diablo se adueña del alma del bluesero y puede reclamar su vida en cualquier momento.

Con el talento recién adquirido, Johnson se dedicó a tocar por todo el sur de Estados Unidos, acompañado únicamente por su guitarra de palo y su suave voz de tenor, que a veces impostaba con falsetes que, a la postre, se convirtieron en característicos del blues. A él también le podemos atribuir el perfeccionamiento de las técnicas bend[1] y slide[2] , fundamentales en la interpretación del blues, el rhythm & blues y el rock & roll.

En medio del ajetreo de sus presentaciones, Robert solo hizo dos sesiones de grabación, ambas en Texas: la primera tuvo lugar en San Antonio, en noviembre de 1936, y la segunda se llevó a cabo en Dallas, en junio de 1937. Escribió 29 canciones, 12 de las cuales grabó en dos versiones, lo que da un total de 41, únicos registros que existen de su talento.

Su muerte es misteriosa. La versión más aceptada es que fue envenenado. Cuentan que la noche del 16 de agosto de 1938, Robert actuaba en el bar de un hombre con cuya esposa sostenía un affaire. El dueño del bar, al enterarse de esto, puso veneno en el whiskey del bluesero y le causó la muerte. Hay quienes afirman que murió de neumonía y otros más dicen que de sífilis. Existe otra versión que afirma que desapareció inexplicablemente y que después su cuerpo fue encontrado sin vida. Esta última teoría cerraría la historia del pacto diabólico: el Diablo finalmente regresó para cobrarse el favor.

You may bury my body
Down by the highway side
Baby, I don’t care where you bury my body when I’m dead and gone
You may bury my body, whoooo
Down by the highway side
So my old evil spirit
Can get a Greyhound bus and ride
[3]

El legado de Johnson

Si bien antes de Johnson hubo otros músicos de blues como «Son» House, Willie Brown, «Blind» Lemon Jefferson, Charlie Patton y «Blind» Willie Johnson, fue Robert quien, con sus innovadoras composiciones y técnicas, comenzó la revolución musical que más tarde desembocó en el fenómeno del rock & roll y todos los cambios que éste trajo. Asimismo, fue con él con quien inició la «maldición de los 27», pues se trata del primer rockero –aunque este término se acuñó después– que murió a los 27 años, tal como ocurrió después con Janis Joplin, Jim Morrison, Jimi Hendrix, Brian Jones, Kurt Cobain y Amy Winehouse, por mencionar a los más famosos.

Robert Johnson era un artista, y lo era en toda la extensión de la palabra. Como tantos otros –Edgar Allan Poe, Wolfgang Amadeus Mozart o Vincent Van Gogh–, no gozó de mucha popularidad en vida. Vendió muy pocas copias de sus grabaciones y el discreto encanto sonoro de su música no fue redescubierto sino hasta los años 50 del siglo XX por quienes llevaron el estandarte del blues y del rock & roll: Muddy Waters, B. B. King, Little Richard, «Fats» Domino y, más tarde, The Rolling Stones y Eric Clapton. Con el tiempo, todo el universo del rock, sin excepción, se vio influido directa o indirectamente por este hombre, desde los más clásicos, como Elvis Presley o The Beatles, hasta los que parecen alejarse de los cánones rockeros, como Kraftwerk o Massive Attack, y todo el abanico del rhythm & blues, el funk, el soul y el hip-hop. No hay quien escape a su influjo.

Nunca sabremos cómo habría sido la música sin la existencia de Robert Johnson. Tal vez hubiese sido otro el generador de la revolución musical del siglo pasado o tal vez todo sería igual. Lo cierto es que fue él quien estuvo en el lugar y el momento indicados, es a él a quien le debemos la existencia de esa música que, a más de 60 años de su nacimiento, aún nos sigue estremeciendo. Es él el único y verdadero abuelo del rock y, como a cualquier otro abuelo, se le debe honrar y respetar.



NOTAS


  1. Consiste en pisar y jalar, hacia arriba o hacia abajo, una de las cuerdas de la guitarra para obtener una ligera distorsión de la nota y dar la sensación de un sonido vibrante y prolongado.
  2. Consiste en deslizar, a lo largo del mástil, un tubo de vidrio, de metal o de plástico sobre las cuerdas que están siendo pulsadas, lo que genera una transición continua y no escalonada de los tonos.
  3. Puedes enterrar mi cuerpo / a un lado de la carretera / Nena, no me importa dónde entierres mi cuerpo cuando muera y me haya ido / Puedes enterrar mi cuerpo, wohooo / junto a la carretera / para que mi viejo y malvado espíritu / pueda subir a un autobús Greyhound y viajar [Me and the Devil Blues, Roberth Johnson, 1937]