Por Eduardo Hidalgo
A raíz de la muerte de José Agustín (1944-2024), mucho se ha escrito sobre la influencia y el legado del enfant terrible de las letras mexicanas. Se han hecho reseñas de sus numerosos libros. También se han publicado notas biográficas y de lo lo mucho que escribió sobre rock, una de sus grandes pasiones. Sin embargo, poco se ha escrito sobre su paso por la radio, por Radio UNAM, a inicios de este siglo xxi, que ya está por cumplir un cuarto de siglo de existencia.
Llegué a Cuautla a finales de la década de 1980, y aquí he seguido viviendo todos estos años, salvo unas cortas temporadas en la Ciudad de México. En el año 2013, inicié un programa de radio llamado Rock y letras que se transmitía por internet. La idea del programa era presentar temas que tuvieran que ver con la literatura y con el rock; encontrar el vínculo unificador aparentemente inexistente entre estas dos expresiones artísticas. A veces presentaba temas monográficos como la Generación Beat, el ateísmo, los poetas malditos o el suicidio, entre otros. Otra veces, hablaba de autores como Charles Bukowski, Oscar Wilde, Jorge Luis Borges o Antonin Artaud. Los cortes musicales, como se puede obviar desde el título del programa, siempre eran dedicados al rock. A veces trasmitía solo y, otras; con invitados.
José Agustín llegó a Cuautla en 1975, compró la casa de su padre en Brisas, el primer fraccionamiento de esta calurosa ciudad morelense. La localización de ese predio se encontraba a las afueras de la ciudad, concretamente en la salida de Cuautla en la carretera federal rumbo a Amecameca, Estado de México. Ciertamente, su ubicación no ha cambiado, pero la urbanización y expansión de la ciudad lo ha absorbido, como lo ha hecho con el pueblo de Tetelcingo, convertido en una colonia más de Cuautla, en donde se encuentra el fraccionamiento y en donde también vive este humilde obrero de las letras.
Conocía personalmente a José Agustín desde una vez en que dio una conferencia sobre la infancia de Sartre en la Alianza Francesa de Cuautla. Después lo volví a encontrar en la presentación de una novela de su hijo Jesús. Era lector de sus novelas desde la preparatoria y también leía su columna La cocina del alma en la revista de rock La mosca en la pared. Me recibió en su casa varias veces y me hizo el enorme favor de revisar uno de mis primeros cuentos. Siempre me trató muy a toda madre, muy jovial y alivianado. Me contaba de su trayectoria pero también se interesaba en la charla conmigo. Sabía escuchar y platicar, era un gran conversador, siempre al compás del rock, de unas negras modelos y de sus cigarros cubanos, que le encantaban. Todos estos encuentros fueron anteriores al accidente que sufrió en Puebla, en una firma de autógrafos.
Algunos años después del accidente, me volví a presentar en su casa para solicitarle una entrevista para mi programa de radio. Me atendió él personalmente junto con su esposa Margarita. Accedió, pero me dijo que también le gustaría que participara su hijo el Tino, un gran rocanrolero, lo cual me pareció chido. Concertamos la cita y me presenté nuevamente en su casa con mi computadora y los micrófonos para transmitir el programa. Ahí estábamos los tres en su biblioteca: José Agustín, el Tino y su servilleta. Rodeados de libros, nos dispusimos a transmitir.
Debo decir que, en los pocos encuentros que tuve con el escritor acapulqueño después del accidente, era él pero ya no era él mismo. Su ánimo había mermado y ya no no lucía tan jovial como antes. Por supuesto, su salud también se menoscabó.
Rock y letras tenía una duración aproximada de dos horas, pero a unos minutos de iniciada la transmisión, José Agustín se disculpó y nos solicitó, a Tino y a mí, que siguiéramos la transmisión nosotros dos, y que habláramos de rock, lo cual hicimos muy a gusto. Para nuestra sorpresa, el autor de La tumba regresó poco antes de que finalizara el programa. Retomamos la charla con él y finalizamos la transmisión. Era la época en que se estaba preparando la adaptación al cine de su novela Ciudades desiertas.
Terminado el programa, que por pendejo no grabé (siempre transmitía en vivo), José Agustín se retiró y yo me quedé otro rato platicando con el Tino. Quizá para compensar el hecho de que no pude platicar con su jefe las dos horas de la transmisión, el Tino, amablemente, me dijo que lo esperara porque me iba a prestar algo que seguramente sería de mi interés. Salió de la biblioteca y regresó a los pocos minutos con unos cuantos discos compactos. «Ya que andas en la onda del rock y las letras —dijo el Tino—, te presto estos audios de un programa de radio que tuve con mi jefe hace unos años en Radio UNAM». Los audios que me prestó el Tino eran sobre rock y literatura, uno de los tantos temas que trataron él y su padre en La cocina del alma, programa de radio que tuvo José Agustín en Radio UNAM a principios del siglo xxi.
Llegué a casa y, evidentemente, lo primero que hice fue pasar los audios de los discos compactos a mi computadora, para después sincronizarlos con mi iPod y escucharlos con audífonos y sin distracciones. Huelga decir que me encantaron. En esos programas, El jefe Agustín y el Tino hablaban de la poesía en el rock, del rock y la literatura universal y del rock y la literatura mexicana. Presentaban casos en los que la literatura se ha cruzado con el rock, haciendo referencias tanto a rockeros como a literatos macizos y de alto guataje. Le había prometido al Tino regresarle los compactos en cuanto los pasara a mi computadora y así lo hice. A los pocos días, regresé a su casa, le di los discos y le solicité que me prestara todos los otros que tenía porque simplemente me habían volado la cabeza y, como habían sido transmitidos sólo en Radio UNAM, no se podían escuchar en ningún otro lado. Los podcasts todavía no estaban tan de moda y José Agustín jamás utilizaba redes sociales y, por lo tanto, no subía nada de él ni de lo que había hecho en la radio de la universidad años atrás.
Tino accedió a prestármelos amablemente, y me encargó que se los cuidara mucho porque eran un tesoro familiar. Los pasé a mi computadora y se los regresé. Eran un total de 49 audios de varias de las emisiones de La cocina del alma. El programa original en Radio UNAM duraba dos horas, sin embargo, los audios eran de una hora o a veces de menos tiempo. Emiliano López, el productor, iba a casa de José Agustín en Brisas de Cuautla, armaba el equipo, grababa los comentarios del escritor y del Tino y ya luego, en la Ciudad de México, los editaba con las canciones seleccionadas para transmitirlos en la radio de la universidad los viernes en la noche.
Organicé los audios en mi computadora, los pasé al iPod y me dediqué a disfrutarlos. Sin imaginarlo, a raíz de la entrevista que le hice, descubrí esa faceta de José Agustín que era totalmente desconocida para mí, y quizá para muchos. Descubrí a un escritor totalmente desenvuelto frente al micrófono de la radio y a un apasionado conocedor del rock, de quien siempre se aprende algo nuevo y al que nunca te cansas de escuchar. Su estilo de locutor era, como su literatura, jovial y desparpajado, desmadrosón y para nada aburrido ni solemne. Su voz siempre me pareció de un timbre tenue y agradable, como si de un chamaco se tratara.
La cocina del alma, como se sabe, es el título de una canción de The Doors: «Soul Kitchen», cuyo coro dice: «Let me sleep all night in your soul kitchen — déjame dormir toda la noche en la cocina de tu alma». Como buen rocanrolero, a José Agustín siempre le gustó el grupo de Jim Morrison.
La cocina del alma es, pues, un recorrido musical por el rock y sus subgéneros desde la década de 1950 hasta el año 2004, un año antes de que culminaron las transmisiones del programa. La primera temporada tuvo 13 episodios y fueron dedicados a un repaso musical de la historia del rock, por supuesto de manera muy subjetiva y con el toque mágico de José Agustín. En la segunda temporada, hubo programas monográficos dedicados a distintos temas: las mujeres en el rock; los sobrevivientes del rock; rock, religión y satanismo; rock y poesía; rock y literatura universal; música electrónica; rock y literatura mexicana; rock y cine; rock mexicano; entre otros. A manera de introducción, se escucha la entrada de la canción de The Doors y la leyenda: «Entrando el fin de semana, desde Cuautla, Morelos, Radio UNAM presenta a José Agustín en La cocina del alma, donde el paladar se vuelve tímpano. Una aproximación al rock por José Agustín».
Desde que era morro, y dicho con sus propias palabras, José Agustín se moría de ganas de hacer radio, se soñaba como dj. Previo a La cocina del alma, la única experiencia radiofónica que tenía el también dramaturgo había sido en 1966 en un programa que se llamó José Agustín comenta el hit parade en Radio Variedades, pero él no seleccionaba las rolas, simplemente comentaba los éxitos del momento. En ese mismo año, acudió a la radio de la universidad para proponer un programa sobre rock, pero lo mandaron a freír espárragos bajo el argumento de que el rock no era cultura. A inicios del siglo xxi, empero, ya con pleno reconocimiento del rock como una expresión cultural y con la consolidación que tenía José Agustín no sólo como escritor, sino como experto en rock, fueron los propios directivos de Radio UNAM los que le propusieron aventarse el programa, lo cual por supuesto aceptó y se rifó unas verdaderas joyas radiofónicas al alimón con su hijo el Tino, que también es un gran conocedor de la música del Diablo y cuyos comentarios siempre complementaron el programa muy atinadamente.
No tengo certeza de si estos programas puedan escucharse en algún otro lado, pero aquí se los presentamos a ustedes, quizá en exclusiva, queridos lectores de Barbas Poéticas, como un sentido homenaje de este humilde rocanrolero al maestro José Agustín. ¡Que los disfruten!
Aquí podrás escuchar una serie de 49 episodios de este programa con José Agustín y José Agustín Ramiréz. Se recomienda subir el volumen.



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